Erase una vez un águila que perseguía a una perdiz, pero nunca la cogía porque era más lista que él.
El cetrero del águila, llamado Sergio de Madrigal de las Altas Torres, iba todos los días al bosque a entrenar al águila Real , menos los Sábados y domingos que se iba de caza con los galgos. Un martes a las cuatro y media de la tarde Sergio y su águila real se fueron al bosque con el pensamiento de que la perdiz sería suya. Sergio, el pícaro niño de 13 años, soltó al águila real; el águila acechó a la perdiz desde lejos, voló tras ella pero se metió entre los arbustos del bosque y el águila no pudo hacer nada. El viernes Sergio y el águila fueron otra vez al bosque, pero esta vez el águila tampoco pudo hacer nada porque se metió en los tubos de una caseta que había allí con una balsa llena de ranas y peces. El Domingo fue de caza con los dos galgos que tenía y cogió tres liebres.
El Lunes volvió otra vez al bosque a ver si la cogía, y como dice el dicho a “la tercera va la vencida”. Sergio soltó al águila, pero pasaba algo raro. El águila tan listo y acechador no veía a la perdiz, decidió echar un vistazo por todo el bosque y en un lavajo donde había trigo, ahí estaba la perdiz, pero con siete pollos pequeños que había criado. El periodo de cría de la perdiz es de 40 días.
¡Ha criado! Dijo Sergio, el águila se lanzó a por ellos como una flecha pero la perdiz escapó con cinco pollos. Otro se fue volando como pudo y allí quedó uno que el águila cogió. Sergio fue corriendo a ver al águila y allí estaba con el pollo de perdiz; lo cogió y se lo llevó a casa. Cuando lo miró en casa el pollo tenía rota una pata, Sergio intentó curársela.
El miércoles decidió ir al bosque, preparando al águila y mirando a la perdiz fijamente que se encontraba en la jaula cantando y al mismo tiempo comiendo trigo. Se fijó en que la perdiz era macho porque llevaba en el pecho puntitos negros, (se dice que la perdiz macho se diferencia de la hembra porque en el pecho lleva una herradura). Una vez preparados el águila y la perdiz fue al bosque con los dos. Puso la perdiz en el mismo lugar entre dos arbustos en la laguna, donde hace un año la cogió. La perdiz en la jaula se puso a cantar. Sergio montó un puesto de espera a veinte metros de allí y se escondió con el águila. Al cabo de medio hora de espera, aparecieron seis perdices, una muy diferenciada, la madre que era más grande, se acercó primero y los pollos detrás. Sergio decidió esperar cinco minutos.
Al cabo de esos cinco minutos Sergio y el águila se acercaron muy lentamente con la intención de no espantarlos, los pollos se apartaron un poco, Sergio se acercó y soltó la perdiz que muy contenta se acercó con las otras y se fueron volando. A esa laguna se acercaron dos patos, hembra y macho. Sergio desmontó el puesto de espera y se fue. Llegó a casa y tuvo que echar de comer al águila que esta temporada de caza que se estaba acabando había hecho muy buen trabajo, pero también echó de beber y de comer a los dos galgos que también habían hecho muy buen trabajo, habían cogido dieciséis liebres en esta temporada, y por ultimo echó de comer a los canarios y al periquito. Sergio se quedó con una cosa: a un hijo no se le puede separar de su madre.
Sergio Illera del Bosque
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