miércoles, 21 de marzo de 2012

El ratón aventurero


Había una vez un ratón que se quedó solo porque sus padres murieron en una ratonera. Cuando el miraba por el agujero, lo que veía era un montón de gatos y pensaba que a lo mejor podrían ser sus amigos. Como sus padres no estaban allí no sabía que eran sus grandes enemigos. 
Como tenía hambre asomó el hocico para olfatear a ver si había algo de queso a su alrededor para poder comer. Se llevó tal susto que se  volvió a meter rápido en su casa porque uno de los gatos abrió su boca y le maulló y casi se le come. Entonces el ratón, pensó como coger el queso. Esperó a que los gatos se durmieran para salir. 
Salió y cogió el queso y lo llevaba en su boca. Un gato le pilló, y le dijo:
¿Cómo es que un ratoncillo a estas horas anda solo por aquí, en este mundo tan peligroso?
Y el ratón respondió:
Necesitaba comida, y no vi mejor momento para ir a buscarla, y mira por donde me encontré con este trozo tan rico de queso.
El gato muy astuto, le dijo que le ayudaba a llevar el queso a su casa.
Cuando llegaron y el ratón estaba abriendo la puerta de su casa, el gato se tiró sobre él y se le comió.
Jesús Carlos López Martín

El zorro y el tesoro

Érase una vez un zorro astuto con el pelo anaranjado. Quería encontrar el tesoro que unos piratas escondieron y del que casualmente encontró el mapa. El tesoro se escondía en una cueva al otro lado del valle donde vivía.
Un día decidió ir a por el tesoro. En el camino encontró un jardín en el que había un jardinero que le impidió pasar, pero el zorro le formuló un enigma y mientras lo pensaba escapó y siguió buscando el tesoro.
Al caer la noche se hospedó en una posada y a la mañana siguiente siguió su camino.
Caminando encontró un río muy largo del que no se veía ni el principio ni el final. Para poder cruzarlo tuvo que construir una balsa. Al llegar al otro lado del río encontró la cueva, que estaba protegida por un terrible ogro. El zorro intentó vencerle pero no pudo. Entonces, tuvo la idea de llevarlo hasta el río. El zorro cogió la balsa y navegó hasta el otro lado. El ogro le persiguió pero no sabía nadar, a si que se hundió.
Al final, el zorro llegó a la cueva y consiguió el tesoro con el que  vivió feliz para siempre.
Gonzálo Martín  González

El Cornitopo

           
 
Erase una vez  un cornitopo al que nadie quería, ni los topos, ni las codornices…
  Decidió irse al país de los no queridos. Allí encontró muchos amigos  pero   ninguno era de su familia. Jugaba y se  divertía, hasta que un día llegó una  cornitopa; era muy guapa, con ojos azules, rubia, con bonitas uñas y con un precioso collar dorado alrededor de el cuello.
  Un día, en el país de los no queridos entre ellos dos surgió el amor.
Allí jugaban juntos y dormían juntos,  hasta que un día  tuvieron 12  cornitopillos que iban a ser apoyados por sus padres  sin ser humillados por los  demás.
                Alex Calvo Cordero

El águila y la perdiz

Erase una vez un águila que perseguía a una perdiz, pero nunca la cogía porque era más  lista que él.
El cetrero del águila, llamado Sergio de Madrigal de las Altas Torres, iba todos los días al bosque a entrenar al águila Real , menos los Sábados y domingos que se iba de caza con los galgos. Un martes a las cuatro y media de la tarde Sergio y su águila real se fueron al bosque con el pensamiento de que la perdiz sería suya. Sergio, el pícaro niño de 13 años, soltó al águila real; el águila acechó a la perdiz desde lejos, voló tras ella pero se metió entre los arbustos del bosque y el águila no pudo hacer nada. El viernes Sergio y el águila fueron otra vez al bosque, pero esta vez el águila tampoco pudo hacer nada porque se metió en los tubos de una caseta que había allí con una balsa llena de ranas y peces. El Domingo  fue de caza con los dos galgos que tenía y cogió tres liebres.
El Lunes volvió otra vez al bosque a ver si la cogía,  y como dice el dicho a “la tercera va la vencida”. Sergio soltó al águila, pero pasaba algo raro. El águila tan listo y acechador no veía  a la perdiz, decidió echar un vistazo por todo el bosque y en un lavajo donde había trigo, ahí  estaba la perdiz,  pero con siete pollos pequeños que había criado. El periodo  de cría de la perdiz es de 40 días.
¡Ha criado! Dijo Sergio, el águila se lanzó a por ellos como una flecha pero la perdiz escapó con cinco pollos. Otro se fue volando como pudo y allí quedó uno que el águila cogió. Sergio fue corriendo a ver al águila y allí estaba con el pollo de perdiz; lo cogió y se lo llevó a casa. Cuando lo miró en casa el pollo tenía rota una pata, Sergio intentó curársela.
El miércoles decidió ir al bosque, preparando al águila y mirando a la perdiz fijamente que se encontraba en la jaula cantando y al mismo tiempo comiendo trigo. Se fijó en que la perdiz era macho porque llevaba en el pecho puntitos negros, (se dice que la perdiz macho se diferencia de la hembra porque en el pecho lleva una herradura). Una vez preparados el águila y la perdiz fue al bosque con los dos. Puso la perdiz en el mismo lugar entre dos arbustos en la laguna, donde hace un año la cogió. La perdiz en la jaula se puso a cantar. Sergio montó un  puesto de espera a  veinte metros de allí y se escondió  con el águila. Al cabo de medio hora de espera, aparecieron seis perdices, una muy diferenciada, la madre que era más grande, se acercó primero y los pollos detrás. Sergio decidió esperar cinco minutos.
Al cabo de esos cinco minutos  Sergio y el águila se acercaron muy lentamente con la intención de no espantarlos, los pollos se apartaron un poco, Sergio se acercó y soltó la perdiz que muy contenta se acercó con las otras y se fueron volando. A esa laguna se acercaron dos patos, hembra y macho. Sergio desmontó el puesto de espera y se fue. Llegó a casa y tuvo que echar de comer al águila que esta temporada de caza que se estaba acabando había hecho muy buen trabajo, pero también echó de beber y de comer a los dos galgos que también habían hecho muy buen trabajo, habían cogido dieciséis liebres en esta temporada, y por ultimo echó de comer a los canarios y al periquito. Sergio se quedó con una cosa: a un hijo no se le puede separar de su madre.                    
Sergio Illera del Bosque