El pueblo,
tan sereno como su propio río,
que fluye sin cesar,
por el bosque sombrío.
Una niña jugando en la plaza
con un señor de mediana edad,
se les cuela la pelota en el tejado de la casa,
la niña se pone a llorar.
El señor la consuela,
se dirige hacia el bar,
con una escalera vuelve,
y la pelota consigue bajar.
Al otro lado del pueblo,
las trompetas se oyen sonar,
los recién casados de la iglesia salen,
y los invitados, petalos empiezan a lanzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario